miércoles, 29 de octubre de 2014

Seis sencillos consejos para fomentar el sentido de la responsabilidad en tus hijos

La responsabilidad es una de las claves para que tus hijos afronten bien el día a día del curso y las obligaciones escolares, pero la educación en este ámbito debe comenzar y potenciarse en casa. Fomentar la responsabilidad es una tarea a largo plazo que se construye con pequeños pasos, hasta conseguir que tus hijos aprendan valores esenciales no solo para su formación sino también para su vida diaria, como el compromiso, el esfuerzo, la paciencia o la capacidad de superación. Te damos algunos consejos para lograrlo.
6 CONSEJOS PARA QUE TU HIJO SEA MÁS RESPONSABLE
Para fomentar la responsabilidad hay que trabajar diversas habilidades como la perseverancia, la asunción de tareas, el pensamiento crítico, la capacidad para tomar decisiones, la motivación o la organización del propio tiempo. Para ello:
1.     1. Dale cierta independencia en el día a día. La responsabilidad está muy relacionada con la autonomía y con la capacidad de desenvolverse por uno mismo. Por ejemplo, dar una pequeña asignación de fin de semana y dejar que el propio niño la administre es una buena manera de que comprenda cuánto valen las cosas o descubra las ventajas de ahorrar.
2.     2. Deja que decida. Hay muchos ámbitos en los que puedes ir animando a tus hijos a que elijan, aunque sea con tu ayuda y supervisión: la ropa que llevan, los libros que leen, los juegos que más les gustan o las actividades extraescolares que prefieren practicar. Y, siempre que sea posible, deja que asuma las consecuencias de sus decisiones, sean acertadas o erróneas.
3.     3. Asígnale tareas en casa. Ocuparse de recoger sus juguetes y ordenar su cuarto, preparar los libros para el colegio cada mañana, hacer la cama o lavarse las manos antes de comer y los dientes después pueden ser actividades de las que tenga que responsabilizarse por sí mismo, sin necesidad de que debas recordárselo. De este modo aprenderá además a organizar su tiempo para cumplir con sus obligaciones y disfrutar del resto de la jornada. Aquí puedes ver las tareas adecuadas para cada edad y algunos consejos para conseguir que las realicen o colaboren en ellas.
4.     4. Sé un ejemplo. Es importante que tu hijo aprenda lo que implica la responsabilidad de forma práctica, por observación e imitación. Por eso resulta fundamental que como padre des ejemplo y asumas tus propias responsabilidades y le expliques a tu hijo por qué lo haces así.
5.     5. Ayúdale a pensar por sí mismo. En vez de decirle directamente qué tiene que hacer, fomenta su pensamiento lógico y su capacidad de solucionar problemas o situaciones difíciles mediante el razonamiento. Para enseñar a tu hijo a ser responsable debes hacerle ver las ventajas de la responsabilidad y animarle a que comprenda que de ese modo conseguirá el resultado que se propone. En último término, se trata de que el niño actúe de forma correcta y sea responsable porque quiere serlo, no porque se le ordene.
6.     6. Reconoce sus logros. Mantente firme si no cumple sus obligaciones y ayúdale cuando se equivoque o flaquee, pero no olvides apreciar sus méritos. De este modo le harás ver lo que ha conseguido gracias a su compromiso y su actitud responsable.
VENTAJAS DE LA RESPONSABILIDAD
La responsabilidad afecta de manera muy positiva a la construcción de la propia identidad, la autoestima, la autonomía y la independencia. El niño se siente útil porque aporta su esfuerzo y sus habilidades en el ámbito familiar, y lo mismo sucede en el centro escolar. Además, la responsabilidad es clave para conseguir que tu hijo se convierta en un buen estudiante, ya que le ayudará a que se esfuerce y trabaje por la mera satisfacción personal, para aprender y porque sabe que es su deber, no porque le obligues a ello.
Más información
• Artículos 10 consejos infalibles para que tu hijo cumpla con sus responsabilidades, Las primeras responsabilidades del niño o ¿Cómo hacer que tu hijo asuma responsabilidades en casa? en el blog Superpadres.com
Equipo Superpadres.com  para aulaPlaneta


jueves, 23 de octubre de 2014

EL "EFECTO PIGMALIÓN" SOBRE LOS HIJOS

Familia  
CARLOTA FOMINAYA  carlotafominaya / madrid
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“” “Las etiquetas que ponemos a los niños pueden generar comportamientos no deseados

«Es muy tímido», «es muy malo y desobediente», «no se entera de nada», «es pasivo»... Lo que pensamos, lo que decimos... A veces no somos plenamente conscientes pero juzgamos y etiquetamos a los niños prematuramente, condicionando su comportamiento y produciéndoles unas heridas que, metafóricamente, pueden llegar a estar sangrando durante muchos años si no se reconocen y cicatrizan correctamente. Es el llamado «efecto pigmalión» de los padres sobre los hijos, o de los profesores sobre los alumnos. «Demasiadas veces se pronuncian expectactivas o prejuicios durante el proceso comunicativo con los más pequeños sin tener en cuenta que en el futuro pueden originar sentimientos, comportamientos o rendimientos no esperados y/o deseados», apunta Alba García Barrera, profesora de Psicología de la Universidad a Distancia de Madrid (Udima). «En toda relación entablada con niños y adolescentes debe prestarse especial atención a la forma en que expresamos y transmitimos nuestras ideas, especialmente aquellas que afectan a su propia forma de ser, actuar o pensar sobre una determinada cuestión. En estas etapas los jóvenes se encuentran en pleno desarrollo físico, psicológico y afectivo, por lo que son altamente vulnerables a la influencia que puede llegar a ejercerse sobre ellos por medio de la comunicación. Es bastante fácil que, con nuestras palabras, afectemos al autoconcepto y la autoconfianza del niño», explica García Barrera.
Es muy fácil afectar de forma inconsciente ae los niños con nuestras palabras
¿Por qué sucede esto? «Porque solemos olvidar que una persona desarrolla su autoconcepto en función de las expectativas que depositan sobre nosotros las personas de referencia en nuestro entorno», prosigue esta especialista. «Es decir, un niño va formando el concepto que tiene de sí mismo en base a las valoraciones que recibe de sus padres, de sus abuelos, de sus tios, de sus maestros... Y si bien de pequeñito no le consideran capaz de hacer determinada cosa, muy probablemente acabe siendo incapaz de hacerla. Y no porque no tenga capacidad o habilidades suficientes, sino porque su entorno más próximo le está transmitiendo este mensaje, que difícilmente le invitará siquiera a intentarlo, a probar suerte... Se sentirá menos capaz que ellos y pensará que no puede hacerlo, que no tiene capacidad suficiente... y por tanto, será peor. Esto es lo que se conoce como "efecto Pigmalión" y ya fue demostrado en un estudio por Rosenthal y Jacobson», advierte.
«Trato diferencial» entre hermanos
Por otra parte las expectativas, prosigue esta docente, pueden depositarse en base al llamado «efecto halo». «Pongamos un ejemplo. En el entorno familiar sucede a menudo a través de las comparativas directas e indirectas con los hermanos, ya sean mayores o pequeños. Es común escuchar a un padre o a una madre decir a su hijo, cuando se está portando mal, "a ver si aprendes de tu hermano". Incluso muchas veces se tiende a regañar siempre al niño que se suele portar mal, solo por el hecho de que suele hacerlo con frecuencia, cuando en un momento dado ha podido ser al revés. Ningún niño se porta siempre bien, ni ningún niño se porta siempre mal. Y como padres debemos intentar ser justos y congruentes con ello», añade García Barrera.
Al niño que se suele comportar mejor se le regaña menos, y al contrario
Porque además, continua esta especialista, muchas veces se tiende a idealizar el comportamiento del hijo que suele comportarse mejor, y se le regaña menos, se le castiga menos y, en definitiva, se suele tener más paciencia con él que con el que suele portarse peor. «A esto se le llama "trato diferencial", y afecta directamente al autoconcepto, la autoestima y el rendimiento del niño. De hecho, influye en sus respuestas comportamentales, ya que cuando el niño es consciente de que sus padres esperan que tenga un mal comportamiento, tiende aún más fácilmente a tenerlo», asegura esta profesora de Psicología.
Ámbito escolar
Y en el ámbito escolar sucede exactamente lo mismo, afirma esta especialista. «El docente suele tender a poner notas más bajas a aquellos estudiantes que suelen rozar el aprobado, y notas más altas a quienes suelen sacar sobresalientes, aunque por determinadas circunstancias no sea así... Y esto influye en el autoconcepto del alumno y lo que se siente capaz de hacer». En este sentido, propone García Barrera, «hay que prestar atención a los comentarios que realizamos en casa sobre las notas que obtienen nuestros hijos, sin encasillarles, ni esperar determinados resultados. Pero ojo, esto no quiere decir que no haya que exigirles, sino que hay que procurar escucharles, entenderles y animarles a sacar todo el potencial que llevan dentro».
Debemos motivar y elogiar a nuestros hijos
En definitiva, debemos tener en cuenta que la capacidad autopercibida tanto del niño como del adolescente se modela en gran medida en función del «feedback» (respuesta) que le proporcionemos. «Lo que digamos acerca de sus capacidades y habilidades va a influir directamente sobre lo que se considere capaz de hacer. Por eso debemos motivarle y elogiar sus capacidades. Si el niño se siente capaz de hacer algo, y además siente interés por conseguirlo, actuará de forma motivada y será probable que alcance sus metas», concluye esta profesora.
Para potenciar la autoestima
—Aceptar y respetar al niño.
—Reconocer sus posibilidades y limitaciones.
—Crear un ambiente agradable y de confianza.
—Potenciar la comunicación. ¿Cómo? Mediante la pregunta y la escucha. Nos conviene preguntar para mantener un clima de seguridad y confianza imprescindible llegada la adolescencia. Y escuchar de forma activa, claro: Debemos mostrarle que realmente le estamos escuchando y que nos interesa lo que nos tiene que contar.
—Prestar atención al lenguaje verbal y no verbal.
—Favorecer la iniciativa del niño, estimular la exploración y el descubrimiento.
—Definir con claridad los objetivos y comprometer a los jóvenes su logro.
—Involucrar a los niños en el establecimiento de las normas y animarles a respetarlas.
—Tener expectativas realistas y positivas sobre las posibilidades de los niños.
—Cultivar la empatía, lo que equivale a ponerse en el lugar del niño, aceptarle y comprenderle.
Hacer juicios positivos sobre los niños y evitar los negativos. Debemos tener en cuenta que el elogio, siempre que se produzca a continuación de un determinado comportamiento o conducta, sirve para reforzarla. Cuando realicemos una crítica, por contra, debemos destacar su capacidad y transmitirles que podrán mejorar si realizan un mayor esfuerzo o utilizan una estrategia distinta.